domingo, 25 de septiembre de 2016

Imperio Carolingio

En el 732 d. C. el franco Carlos Martel derrota en Poitiers a los musulmanes. El hijo de Carlos (Pipino el Breve) se convertirá en rey de los francos dando inicio a la dinastía carolingia. El nieto de Carlos, Carlomagno, trata de reconstruir el Imperio romano.
Este Imperio llegó a ocupar las actuales Francia, Alemania, Italia y parte de Cataluña, y tuvo su capital en Aquisgrán. El heredero de Carlomagno fue Luis el Piadoso, único hijo vivo de Carlomagno, que gobernó entre los años 814 y 843 y con el comenzó la decadencia carolingia.

Los tres hijos de Luis el Piadoso (Carlos el Calvo, Lotario y Luis el Germánico) se enzarzaron en una guerra tras la muerte de su padre (840) para conseguir el poder del imperio.
En el año 843 los tres hermanos firmaron el Tratado de Verdún por el que se dividió el imperio en tres zonas, una para cada uno de sus hijos.
Cada uno de los hermanos reinó sobre la parte que le correspondió. Lotario murió pronto y su reino se lo repartieron los otros hermanos. Además, entre los siglos IX y XI, con la llegada de otros pueblos invasores (normandos, húngaros…), se deshizo aún más el Imperio carolingio.

La administración carolingia

El centro de la Administración en el Imperio carolingio era la corte o palacio dirigida por el Chambelán. Para gobernar Carlomagno dividió las tierras en condados y marcas.  Cada condado estaba gobernado por un conde que cumplía sus órdenes y controlaba el territorio.
También organizó las tierras en marcas. Las marcas eran zonas defensivas situadas en territorios fronterizos con otros pueblos. El poder en las marcas lo tenían los duques o marqueses. Una de ellas fue la Marca Hispánica, que incluía los Pirineos, Barcelona y llegaba hasta el río Ebro.

Para poder controlar a los condes y marqueses creó a los Missi Dominici, funcionarios que se encargaban de que gobernaran según las directrices del emperador.

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